mon reflet violet

jueves, 23 de diciembre de 2010

de repente

Voy por la calle. Es de noche. Es invierno. Mi respiración hace halos de vapor en el húmedo y frío aire. Ha llovido hasta hace un momento y una sutil llovizna ha quedado suspendida desde entonces en el ambiente. Tengo prisa, voy rápido.

Voy por la calle. Es larga y esta alumbrada por ambarinas farolas. Distingo algunos sonidos. El fuerte golpeteo de mis pasos contra el suelo, el viento, una puerta lejana al cerrarse, otros pasos –más lejanos –, las hojas de las flores de las macetas al frotarse las unas contra las otras…

Voy por la calle. Y hay una mujer, una anciana, que camina por la misma. Caminamos la una hacia la otra. Camina despacio, con dificultad. La miro. La observo. Pequeña, gacha, encorvada. El pelo gris, lacio, marchito, recogido. Las manos estropeadas, manchadas, retorcidas. La piel arrugada, caída, lacia, desprendida, deslucida, pálida, ajada, vieja. Los ojos pequeños, enfermos, llorosos, afligidos.

Voy por la calle. Y esa anciana mujer que se ha cruzado hoy en mi camino, no me parece hermosa. Es vieja. Está estropeada, desgastada, deteriorada, ajada. Está marchita, mustia, arrugada.

Se me ocurre, por un instante, que esa mujer que se ha cruzado hoy en mi camino, pudo ser hermosa una vez. Pero yo hoy, no lo veo.

Voy por la calle. Aquella anciana mujer que se ha cruzado hoy en mi camino, está más cerca ahora. Camina despacio, con dificultad. La miro. La observo. Menuda, inclinada, escorada. El pelo cano, nacarado, fino, recogido. Las manos dañadas, delgadas, delicadas, férreas. La piel fina, nívea, perlina, suave.

Sigue siendo vieja. Sigue siendo anciana. Sigue andando inclinada. Pero esa mujer, que a lo lejos distinguía como pobre, mísera, y carente de belleza, es ahora la mujer mas hermosa que veré jamás.

Voy por la calle. Ya no tengo prisa, voy despacio.

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